09 junio, 2006

Moda Imperial

Es curioso escuchar en el Perú de hoy frases como: “¡ojo, el imperialismo es malo!”, lo cual demuestra la inconsistencia de las afirmaciones de quienes enfrentados al inminente viraje en América Latina hacia el humanismo socialista, solo buscan acopiar discursos a granel para intentar con alguno que se preste, frenar las corrientes de opinión que nacen en un continente desangrado por el abuso de las políticas neoliberales, que aquí cuentan con un marco político ad hoc gracias a la complicidad de los gobiernos, que ya sea por estar atados de manos o porque se les ponen en las manos, jugosas ganancias, ensucian la dignidad de nosotros los americanos.

Cito estas dos posibilidades como las causantes de dicha complicidad porque me parece realmente increíble que alguien que conozca medianamente la historia de nuestro continente, pueda creer sinceramente que nuestra pinocitosis a manos de los seudópodos de las transnacionales y en general del mundillo neoliberal, a cambio de seguir vivos o sobreviviendo, que es como les gusta mantener a Latinoamérica, pueda tomarse desde cualquier punto de vista, como una solución real.

Es curioso que solo hasta hoy se den cuenta que existe un vocablo llamado imperialismo, y es curioso que lo usen pasando de largo al mayor imperialista de la historia del mundo.
Se ocupan de los excesos de Chávez y su "influencia" en Sudamérica, pasando de largo las atrocidades históricas e histéricas de EEUU y en la actualidad y con el mayor desparpajo, de Bush y su gobierno; y su hegemonía nefasta en un mundo sin contrapesos y abandonado al poder militar que tiene detrás suyo, al político y este a su vez al económico, que hace la suerte de madre del cordero, de un cordero con un negro futuro por delante.

Y no se trata de justificar algún proceso, sino de poner nombres adecuados a las cosas, en principio cualquier ejercicio en los países del tercer mundo que busque la integración –pero la real integración-, como instrumento para negociar, no puede implicar mas que un esfuerzo beneficioso. Este solo puede ser llamado imperialismo en cabezas habitadas por fantasmas “jolibudenses” y certezas injertadas a punta de consumismo, aquellas que dicen cosas como que “aquí cada uno baila con su pañuelo” o paranoias complicadas con minusvalías de humanidad y complejos de inferioridad como “eso de la solidaridad latinoamericana es un cuentazo, aquí todos nos quieren atacar, todos nos envidian o nos odian”.
Esas cabezas que no entienden el acercamiento de naciones hermanas con el desarrollo mutuo y la solidaridad como fin principal.
Es que en su mayoría la sociedad primer mundista, sobretodo la estadounidense, que enarbola perfectamente la combinación explosiva de ignorancia y billetera llena, aquella de la comida chatarra; vive tan ocupada con su modelo económico –y su gobierno con exportarlo-, que no puede o no quiere ver que hay otro modo valido pero mas civilizado de hacer las cosas, uno que no tiene al lucro como único motor de sus vidas, uno que cree que el bien común es el que logra que el propio sea consistente y perdure (no al revés), aquel que no cree que puedan existir islas de prosperidad en mares de pobreza porque por principio son endebles y se derrumban tan fácil como se construyen, porque al igual que pompas de jabón esconden una gran inestabilidad tras su aparente perfección espacial.
Es interesante terminar de entender que lamentablemente el poder del liberalismo extremo, como catalizador del proceso imperialista actual, suelto en plaza y que se pasea en el mundo como único dueño, solo tiene una premisa, el capital como medio y como fin y en esa carrera atropella todo lo que se ponga a su paso, y a su paso en su momento, se pusieron Cuba y Puerto Rico el primero satanizado al máximo al no poder ser destruido, obligado a políticas contrarrestadotas del bloqueo brutal al que es sometido desde hace cuarenta años y sobreviviendo hasta hoy, y el segundo engullido y convertido en embanderada estrellita.

También se ha puesto a su paso Venezuela, con cierta autonomía económica y por tanto, con gran peligro… “¡para ustedes latinoamericanos!”.

Es como una loca e ilusa carrera para intentar ser lo que no somos, por ser o sentirnos ciudadanos del primer mundo pero de segunda clase, como si obedecer a los intereses de grupos de poder económico, importando gargantas y discursos, nos hiciera mas parecidos a ellos, que es el objetivo supremo, todo esto por supuesto a un nivel subconsciente (o conciente y descarado a veces), que es donde mas incrustado debe estar el imperialismo que se precie de serlo: el imperialismo cultural, la alineación de la sociedad objetivo.


Recomienda el filosofo estadounidense Martín Hopenhayn: “…no apostar a la dimensión especulativa del dinero…la avidez especulativa no solo erosiona la serenidad interna sino también la solidaridad con los demás, insensibiliza frente a la desigualdad y la pobreza. La ansiedad que produce es proporcional al egocentrismo que moviliza...”
Dice luego: “... La conciencia respecto a la vaciedad fundamental del dinero puede ser un buen antídoto para no fetichizarlo o mitificarlo…por lo mismo, cuanto más olvidamos la insustancialidad del dinero mas hacemos carne en nosotros esa vaciedad, al atesorar o usar el dinero como si tuviese consistencia propia...”

Un indicativo interesante de la preponderancia temporal del imperialismo estadounidense es lo dicho por los profesores Pike y Bray citados por Wright Mills, distinguido sociólogo estadounidense. Profesor de la Universidad de Columbia y del Instituto de Psiquiatría William A. White de Nueva York, hace cuarenta años en su libro “Escucha Yanqui”:… “Al menos en un aspecto, los estados unidos representan el mismo papel en el siglo XX que la Rusia zarista en el siglo XIX respecto de Europa: los estados unidos constituyen una amenaza reaccionaria a cualquier intento real de modificar las realidades básicas de América Latina. En general, siempre que en América Latina han surgido movimientos auténticos, la política y la falta de política de los estados unidos han sido persistentemente contrarrevolucionarias”.


Pongamos las cosas en su real dimensión, si vamos a denunciar imperialismo denunciemos a los verdaderos imperialistas, no a quienes tratan de oponerse a ellos, veamos los esfuerzos regionales autónomos y soberanos como mecanismos validos y valientes ante las presiones que caen sobre la región, presiones que buscan perpetuar los mecanismos históricos de sometimiento cultural y económico, tengamos la personalidad y la valentía de pensar por nosotros mismos y para nosotros mismos, tengamos sensibilidad social, mantengámonos expectantes ante la siempre valida posibilidad de extralimitaciones, pero no satanicemos procesos solo por hacer eco de posturas interesadas, antojadizas, ignorantes y ya históricamente probado; contrarias a los intereses de nuestros pueblos.

Lima 09/06/06
Iván Ortiz Coronado