20 julio, 2011

Humala en Cuba


Dan un poco de vergüenza ajena la desinformación y los prejuicios de un gran numero de periodistas en relación a las opiniones vertidas luego de la visita de Humala a Cuba, donde se oyeron muchas cosas, pero una que resume lo mal que andamos es esa de: “¿Pero que vendemos ahí, que podemos comprar?...nada, por lo que esa visita no sirve para nada mas que malograr la imagen del país”.

Lo que pasa es que los años y años de desinformación y campañas mediáticas satanizadoras sobre la isla, han dando sus frutos y han logrado crear una matriz de opinión muy negativa de Cuba, pero basada solo en la ceguera, sin embargo eso a nadie le importa, nos parecemos mas a un país de viejas chismosas de algún antiguo callejón limeño, que uno en donde el periodismo es serio, que basa su noticia en la investigación y respeta los puntos de vista, no que avasalla contra todo lo que opine diferente a su desinformado modo de ver la realidad.

El periodismo en el país realmente deja mucho que desear.
La frase mencionada al inicio, es coherente cuando solo se piensa en personas al servicio de la economía y no en esta al servicio de las primeras, perpetuando un país fracturado y desgarrado. No hay intento alguno de abrir los ojos e intentar ver la realidad.

Cuba no tendrá dinero que ofrecer pero estoy seguro que tiene para compartir otras cosas mucho mas valiosas que el dinero o el intercambio puramente comercial, como la educación de calidad, la transferencia de tecnología en energía, cuidado ecológico, defensa civil, biotecnología y un largo etc, etc,etc, además de un sistema de salud exitoso reconocido a nivel mundial, forjado en medio del bloqueo mas duro que existe en el planeta (y que muchos de esos periodistas “distraídos” ni siquiera deben haber investigado en toda su magnitud).

De otro lado es risible como de un lado ponen cara de asco a Cuba por derechos humanos, y con el sonsonete de: ¡Fidel dictador! se agitan gritando: ¡Que espanto, como podemos sonreírle a Castro! Pero por su puesto si la sonrisa es para el premio Nobel de la Paz que tiene todo el medio oriente invadido en guerras de saqueo, o para el Presidente Santos de Colombia, ex ministro de Defensa del oscuro y paramilitarista Uribe, o para el mejicano Calderón y los grandes cuestionamientos por el gigantesco derramamiento de sangre de su país, ahí no cabe protesta alguna.

Mientras que por otro lado no dijeron una palabra al anunciarse la cumbre en Lima de países árabes, donde si existen dictadores con petróleo con los que tendríamos gran potencial comercial (será por eso) o cuando recibimos al mandatario comunista Hu Jintao con honores presidenciales en palacio, o cuando fuimos de los primeros en America para avalar el golpe de estado a Manuel Zelaya (esto claro por encargo de EEUU) y por supuesto cuando no hacemos muecas al firmar un TLC con el mayor violador de derechos humanos del planeta y promotor en la actualidad de por lo menos tres invasiones bélicas activas en zonas de alta concentración de recursos energéticos.

¿Entonces de que estamos hablando, de periodistas o de marionetas? De información científica o de chismografía barata , de información veraz y responsable o de intereses ampliamente conocidos de los que se mueven hábilmente para que nada se mueva.

El concepto de relaciones internacionales es algo muy importante en lo que el nuevo mandatario tendrá que trabajar, dar importancia a nuevos valores en estas relaciones nos hará evolucionar de una colonia económica a un país serio y soberano.
                                                                                                    Ivan Ortiz C.

18 julio, 2011

En el regazo del sueño americano


Escrito por: Guillermo Giacosa

No sé si producirá en ustedes la misma impresión que me produjo a mí. No podría explicar por qué este relato me resultó tan doloroso. No es peor que otros, pero hay elementos que me resultan conmovedores. Se trata de una historia real. El protagonista se llama Jeffrey Lucey y fue parte del contingente de soldados estadounidenses que invadió Irak en el año 2003. A su regreso de la guerra presentaba síntomas de estrés postraumático, y como le fue imposible acceder a los servicios psiquiátricos que necesitaba, se volcó al alcohol. Se vestía con ropas de camuflaje y caminaba por el barrio con su arma en la mano. Destruyó el automóvil de la familia. Una noche, tras cumplir veintitrés años, Jeffrey se acurrucó en el regazo de su padre. Este lo relata así: “Esa noche me pidió si podía sentarse en mi regazo. Lo acuné durante tres cuartos de hora y luego se fue a su cuarto. Al día siguiente lo tuve nuevamente en mi regazo mientras cortaba la soga que lo sujetaba a una viga.”

Jeffrey Lucey se colgó en el sótano de la casa familiar. Sobre su cama yacían las chapas de identificación que había quitado a los soldados iraquíes a los que dijo haber matado. La imagen de un duro guerrero acunado en el regazo de su padre es de un dramatismo tan patético que es imposible sustraerse a la reflexión y al dolor y ambos conducen a concluir que las deformaciones psíquicas a la que son sometidos, para que puedan asesinar a otros seres humanos, terminan volviéndose contra ellos.

Jeffrey no es un caso aislado, solo una cifra más en la ola de suicidios que, sin que se hable mucho de ella, está afectando a quienes regresan de algunas de las tantas guerras que Estados Unidos mantiene contras enemigos imaginarios cuyo único pecado es tener petróleo o una posición geoestratégica importante en el tablero de la política mundial.

Para hacer más dramática esta caricatura de sociedad, los familiares de los soldados que se suicidan no tenían –hasta hace unos días–, ni siquiera el derecho a una carta de condolencia del presidente de Estados Unidos.