01 noviembre, 2008

Chalaca de Fierro

Recuerdo muchas cosas de mi mamita Esther, en la casa de Elio vivió con nosotros varios años, hasta que tuvimos que ir a radicar a la Argentina y se mudó con "La Nena", mi tía.

Tenía su cuarto frente al nuestro con una cómoda y espejo de tres cuerpos a un lado, al frente un gran crucifijo encima de su cama, cajones que siempre fueron un desafío a nuestra curiosidad infantil y la sensación de gran aventura al colarnos por la puerta en medio de nuestros juegos fantásticos por la casa hablando a media voz, cual misión de "Combate" en territorio desconocido.

Recuerdo su carácter dulce y firme a la vez, su cabello blanco, muy fino, ondulado y sus gruesos y blanquísimos brazos calidos al rededor mío. Una de las cosas graciosas que vienen a mi mente es su desinterés pasmoso por todo movimiento sísmico: "Ya va pasar, no hay problema" se escuchaba cada vez, mientras seguía con su actividad ocasional, cosa que contrastaba con la desesperación echa carne de mi mama ("La Toty") por hacer que baje a la calle y sacarnos a nosotros cuatro que aún éramos chicos.

En una de esas ocasiones "telúricas" estando ya viejita y con poca movilidad, mostró nuevamente ese coraje chalaco de fierro con un: "Aquí me quedo sentada en mi silla, bajen que yo los espero"", esta vez mi papa viendo el peligro real del momento, le hizo caso:
LA DEJÓ SENTADA EN SU SILLA Y ASÍ SENTADA CON SILLA Y TODO LA BAJÓ POR LA ESCALERA HASTA LA PUERTA DE LA CALLE MIRANDO AL PARQUE. Ella, renegando un poco mientras bajaba en su ascensor improvisado, fue cambiando esa molestia inicial, por una gran carcajada contenida, que por lo mismo la hacía poner rojísima de risa, una risa linda que contagió a todos.

La quería mucho pero de niño no sabía por que, hoy ya adulto, a la distancia de los años y de su ausencia física, lo sé, y la quiero aún mas, cada día que pasa.
Ivan

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