30 agosto, 2011

¿Qué quiere decir identidad católica?

Por Guillermo Giacosa

Leía, con cierto desasosiego, sobre la “identidad católica” del actual rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y sobre el entuerto creado en torno al futuro de esa prestigiosa e indispensable casa de estudios.

Entiendo que el apetito material del cardenal Cipriani y el de sus allegados del Opus Dei no se satisfaga fácilmente, pero lo que más me desconcierta –a mí que soy irremediablemente laico por los cuatro costados de mi humanidad, pero que respeto, como corresponde a todo ser que ama a su prójimo, las creencias religiosas– es no saber qué quiere decir, a pesar de que fui bautizado en esa religión, 'identidad católica’.

'Identidad’, según la Real Academia, “es el conjunto de rasgos propios de un individuo o una colectividad que los caracterizan frente a los demás”. ¿Tienen la misma identidad y luchan por lo mismo un ascético sacerdote que trabaja con los sectores desposeídos y un burócrata eclesiástico que viaja regularmente a Roma y defiende, con la misma regularidad, a los sectores privilegiados de nuestra sociedad o a las dictaduras que, eventualmente, estos han apoyado para proteger sus intereses?

Soy franco y, quizás, ligeramente anarquista y, quizás, también, menos ligeramente hereje, pero me cuesta entenderlo. Me costó entender que Juan Pablo II amonestara públicamente al padre Cardenal, y más me cuesta aún entender esta verticalidad eclesial que sume en el silencio a los hombres más brillantes de su colectividad y exalta a personajes prodigiosamente mediocres y anacrónicos como el cardenal ya mencionado. Me molesta el silencio de los que callan por obediencia. No estoy en su piel y comprendo el enorme sacrificio que ese silencio comporta a aquellos obedientes que aman la justicia.

Pero, desde mi visión laica –que muchos deben de compartir–, siento que ese silencio es una forma de complicidad con las expresiones más retrógradas de una religión para la cual el 'aggiornamiento’ es vivido como una patología y que, día a día, se aleja más de las necesidades de aquellos por los que Jesús luchó.           

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