29 noviembre, 2007

Tu puedes !.. ser solidario



Responsabilidad Social de la empresa
¡Qué tema! Se presta a todo, tanto a la reflexión como al elogio... o a la burla. Que hay responsabilidad social en algunas empresas, la hay, pero nunca parece suficiente frente a la magnitud de los dramas humanos y ecológicos que afrontamos.

Quizá les exijamos más de lo que pueden dar. Quizá se exijan menos de lo que tienen para ofrecer. No se puede generalizar; ese crimen se lo dejamos a otros que prefieren las salidas fáciles y que carecen del pudor de intentar ser justos.

En los últimos años he dictado cursos para muchas empresas y organismos públicos, y eso me ha permitido conocer más a fondo la sensibilidad de quienes los componen frente al entorno de los problemas sociales.

Debo decir, con absoluta convicción, que la sensibilidad individual existe, está viva. La veo y la siento en los ojos, en los gestos y en la emoción de la gente cuando escucha planteamientos no ideologizados, pero que describen las penurias individuales de seres con nombre y apellido o de comunidades que podemos ubicar en el mapa o apreciar en fotos.


El anónimo, el NN, ese no importa. No es un prójimo, es nadie, solo una imagen que pasa a través de la luna de nuestro carro, una sombra que no alcanza a ensombrecernos, un dolor que no llega a rozarnos. ¿Es eso insensibilidad? Creo, ante todo, que, además de la natural dosis de egoísmo que todos poseemos, las autodefensas actúan acertadamente en estos casos pues, sabemos, sin saberlo o sabiéndolo, no importa, que la solución no está en nuestras manos.

Y aquí la pregunta: ¿No está en nuestras manos? No, en realidad, mientras así lo pensemos y lo creamos y mientras la sociedad siga estructurada sobre el sobredimensionamiento del esfuerzo individual para lograr el éxito y la minimización del esfuerzo individual cuando se trata de ejercer la solidaridad. Los insufribles libros de 'autoayuda' dicen: "Tú puedes"; pero rara vez dicen: "Tú puedes ser solidario". Nadie dice que el prójimo sufriente es un espejo en el que estás reflejado tú mismo. Esa puede ser tu imagen o la de tu hijo o la de tu padre.

Eso se calla. Es contrario a los planes que procuran que cada individuo sea solo eso, un individuo que defiende su coto de caza y exhibe sus presas como un triunfo al alcance de todos. Solo basta proponérselo para lograrlo. No es verdad. Más: va contra la naturaleza humana. Va, incluso, contra los mandatos de nuestro viejo cerebro, que sabe, pues está marcado a fuego en su ADN, que si hemos sobrevivido como especie ha sido gracias a nuestra capacidad para cooperar, gracias a que la solidaridad ha actuado en el interior de nuestra especie como el factor determinante de nuestra perduración en el tiempo. No es poesía, es biología.

Le propongo una experiencia que le tomara cinco minutos: pídale al niño que pide limosna que le cuente un día de su vida, mírelo mientras lo hace, escúchelo, déjese sentir. Si, en ese lapso, su corazón no se ha vuelto de gelatina, puede pedir, con todo derecho, que lo devuelvan al mundo de los reptiles, en el cual podrá gozar a sus anchas de su desinterés por el prójimo.



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